viernes, 6 de septiembre de 2013

Los mitos de isis,horus, set.


Isis

(En el Egipto originario llamada Aset, que significa trono) era una diosa de la mitología egipcia, cuyo culto se extendió por todo el mundo greco-romano.

Era adorada como la madre y esposa ideal, patrona de la naturaleza y de la magia, así como lo describen sus variados epítetos: gran diosa madre, reina de los dioses, gran maga, diosa de la maternidad y del nacimiento, o fuerza fecundadora de la naturaleza. 

Era una deidad amiga de los esclavos, los artesanos, los pecadores y los oprimidos, a quienes escuchaba en sus plegarias.

 En las narraciones originarias, era madre de Horus y la primera hija entre Geb, dios de la tierra, y Nut, diosa del cielo global, mitos tardíos, en cambio, hablan de que Isis tenía por hermano a Osiris, quien luego se convertiría en su marido y juntos engendrarían a Horus.

Según esta última lectura, Isis sirve como instrumento en la resurrección de Osiris, cuando éste, tras ser descuartizado por Seth, es reconstruido y devuelto a la vida mediante los poderes de la diosa.

 Este mito es uno de los más importantes del antiguo Egipto: los egipcios creían que el río Nilo se desbordaba todos los años como consecuencia de las lágrimas que Isis derramaba al llorar por su difunto Osiris.

 Al igual que la mayoría de las deidades egipcias, Isis fue originalmente una deidad independiente y popular, establecida en la época predinástica, antes del 3100 AC, en Sebennito, al norte del Egipto actual. Más tarde existirían templos reservados a su culto en distantes zonas como Irak, Grecia y Roma

Horus,
 adorado desde al menos el período predinástico hasta finales de los tiempos greco-romanos, fue una de las deidades más antiguas e importantes de la región del Antiguo Egipto.

 A lo largo de la historia de su culto, Horus tuvo diversas formas y representaciones, posiblemente relacionadas con los distintos atributos y sincretismos, de acuerdo con la manera en que los antiguos egipcios concebían las múltiples facetas de la realidad.

 Una de las invocaciones más antiguas describe al dios como un halcón, patrón de Nekhen, en el Alto Egipto, en donde el rey era considerado la encarnación de Horus en la tierra, durante su vida, y de Osiris, después de su muerte. En general, Horus es descrito como hijo de Isis y Osiris.

Ha desempeñado muchas funciones en el panteón de deidades de la mitología egipcia, entre cuyos atributos de destacan los de ser dios del cielo, señor de la guerra y también de la protección. Se cree que su nombre deriva de la palabra haru, que significa halcón, pero también puede aludir a la distancia, o a “uno que está por encima y más allá”.

 Horus ha sido representado como un animal en la forma de halcón, o como un hombre con cabeza de halcón, en cualquier caso siempre con una corona doble sobre su cabeza, símbolo que utilizaban los faraones y que aludía al poder sobre las dos mitades de Egipto.

 También se verifican registros de Horus en la forma de un disco solar alado, sobre todo en los templos, o con forma leonina. Como dios, desempeño un papel fundamental en la sanación de la enfermedad antigua deidad egipcia.


Seth fue el dios del desierto, las tormentas y los extranjeros. Más tarde, también fue dios de la oscuridad y el caos.

 El significado de su nombre se desconoce, aunque se suponen algunas interpretaciones tales como instigador de confusión, desertor, o borracho. Generalmente es representado como una criatura fabulosa, con un hocico ligeramente alargado y curvo, orejas cuadradas, cola bifurcada y cuerpo canino.

En ocasiones, también aparece con cuerpo de hombre y sólo su cabeza se corresponde con la criatura de fábula, que no aparenta la figura de ningún animal conocido, o en todo caso, más bien la mezcla de distintas especies, como el oso hormiguero, el burro o el chacal.

En la Heliópolis, Seth es hijo de Nut y Geb, el cielo y la tierra respectivamente, y protagoniza una pelea a muerte con su hermano Osiris, quien en el mito es presentado como un rey sabio, maestro de la civilización y felizmente casado con su hermana Isis. Seth descuartizó a Osiris por envidia. Isis lo resucitó y juntos engendraron a Horus, quien se convirtió en el natural enemigo de Seth.

 Así, muchos interpretan este mito como la lucha entre la tierra fértil y la aridez del desierto, mientras que otros lo asocian con la unión de los imperios del Bajo y Alto Egipto.

 En épocas más tardías, Seth fue contemplado como un dios benévolo, amo de la guerra y de los oasis sembrados en el desierto, los animales sagrados de su culto fueron el cerdo, el cocodrilo, el hipopótamo, la serpiente, el pez y el asno.

Similitud entre estos mitos.

Ningún hijo puede redimir la vida de sus padres. Pero existe una esperanza en el futuro y una fe en la innata bondad e inocencia de la niñez, capaces de transformar una vida tediosa y carente de significado en una vida que valga la pena y que dé significado al sufrimiento pasado.

El mito de Osiris, Isis y Horus nos muestra la razón más profunda que nos motiva a crear una familia. No es solo para la continuidad de la vida biológica; también es porque el nacimiento de un hijo augura un nuevo comienzo y la posibilidad de que el dolor sufrido pueda ser curado.
 Lo que buscamos en nuestra descendencia es tanto la continuidad del espíritu como la del cuerpo.

Al final, puede que también nosotros debamos permitir que la vida complete lo que hemos dejado sin terminar, y que debamos tener confianza en lo que sea que entendamos por Dios o el espíritu en nosotros para lograr lo que estamos tratando de alcanzar.

 Si lo que buscamos es justo y equitativo, como es el caso de Horus, es posible que el mal no sea derrotado para siempre, pero puede lograrse que se vuelva impotente para destruir aquello que es bueno.


En el seno familiar, confiar en que el tiempo y la rectitud interior conducirán a un equilibrio y serenidad nos puede ser útil 

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