Muchas son las
consideraciones que nos hacen pensar en que hay una relación directa entre el
pasaje bíblico de la construcción de la Torre de Babel y la
presencia en Mesopotamia de los zigurat, montañas artificiales, orgullo
del poder y la técnica de sus pueblos. Incluso se puede afinar un poco más y
establecer la relación directa entre el zigurat de la ciudad de Babilonia.
(Etemenanki) y el citado pasaje bíblico, conocida la inquina con la que la cultura hebrea la toma con la ciudad de Babilonia, entonces ejemplo indiscutible de grandiosidad, riqueza, prosperidad y desarrollo, pero también la ciudad en la que los judíos se ven obligados a asentarse después de la primera gran diáspora producida en el año 586 A.C, tras la destrucción del reino de Judá por Nabucodonosor II.
(Etemenanki) y el citado pasaje bíblico, conocida la inquina con la que la cultura hebrea la toma con la ciudad de Babilonia, entonces ejemplo indiscutible de grandiosidad, riqueza, prosperidad y desarrollo, pero también la ciudad en la que los judíos se ven obligados a asentarse después de la primera gran diáspora producida en el año 586 A.C, tras la destrucción del reino de Judá por Nabucodonosor II.
La Biblia, redactada entre
los siglos VI al II A.C. es producto de muy diversas procedencias textuales y
culturales, pero prevalecen notablemente las mesopotámicas. Por eso es
constante en los textos bíblicos la relación de sus pasajes con lugares o
episodios relacionados con la cultura mesopotámica: desde la localización del
Paraíso, entre los grandes ríos mesopotámicos; hasta la presencia de los Reyes
Magos de Oriente.
La Torre de Babel aparece en Génesis,
primer libro de los que componen la
Biblia, y en él se cuenta la experiencia de los judíos supervivientes que
después del Diluvio se asentaron en una tierra cuyos habitantes
dijeron: “vamos a cocer ladrillos al fuego. Construiremos una ciudad y una
torre que llegue hasta el cielo”.
Observando Dios lo que hacían, pensó: “Mientras sean un solo pueblo con una sola lengua, lo que proyecten lo realizarán. Confundamos su lengua y provoquemos malentendidos entre ellos”, lo que según la Biblia finalmente hizo fracasar el proyecto.
Observando Dios lo que hacían, pensó: “Mientras sean un solo pueblo con una sola lengua, lo que proyecten lo realizarán. Confundamos su lengua y provoquemos malentendidos entre ellos”, lo que según la Biblia finalmente hizo fracasar el proyecto.
La correlación entre la
construcción a base de ladrillo cocidos, la elevación de una torre que llegara
al cielo, y las fechas probables en las que se redacta este episodio, justo en
el momento de la cautividad en Babilonia (S. VI A.C.), explican esa supuesta
relación con los zigurat, visto desde la perspectiva judía como la muestra de
soberbia de un pueblo que les había vencido y humillado, y que por ello, sólo
podía esperar la ira de su Dios.
Opinión
La relación entre la forma de los templos y
la religión, el pensamiento y la cultura de los pueblos que los
construyeron para venerar a sus dioses.
En primer lugar, es
importante recordar las diferentes formas de concebir y de sentir el mundo de
las civilizaciones antiguas y clásicas, y
el discurso mítico, a una concepción donde, mediante la observación de la
realidad, el hombre trata de encontrar una explicación del mundo y de los
fenómenos de la naturaleza, y de la naturaleza humana, a partir de la reflexión
y de la observación de causas inmediatas o finales, sin buscar referencias en
los mitos.
Los egipcios tenían una
visión cósmica del mundo, cualquier cosa significativa estaba inmersa en la
vida del cosmos, y la función del rey era, precisamente, mantener la armonía de
esta integración. Para los egipcios, el mundo real estaba constituido por
objetos.
La religión era el
elemento vertebrado de sus sociedades: todo era sagrado y su discurso era
eminentemente mítico. En el discurso mítico, todo era trascendente; el hombre
no conocía ningún acto que no hubiese sido vivido antes por otro ser humano; lo
que hacía ya había sido hecho por otro antes que él. Nada tenía valor por sí
mismo.
Tanto los objetos como las acciones del hombre eran arquetipos de un tiempo primordial. El mito, y con él el rito, era el medio por el que repetían y recordaban el arquetipo celeste, o sea: el principio.
Así pues, los concepto de historia y de tiempo, tal como los entendemos nosotros, no tienen sentido y quedan anulados puesto que todo suceso remite a un tiempo ya vivido en el tiempo primordial. Y aquí radica su importancia.
En las sociedades de discurso mítico, el espacio dedicado al hábitat humano, en el sentido más amplio (ciudades, aldeas, casas, templos o palacios) reproduce el cosmos, está hecho a imagen del cosmos.
Es, en realidad, un microcosmos, reflejo de la estructura del universo entero; es una síntesis de éste. La sacralidad de los templos, pirámides o zigurat se identifica con el hecho de ser el centro o el eje del mundo (axis mundi), arquetipo por excelencia porque es el punto central y origen de la creación.
Tanto los objetos como las acciones del hombre eran arquetipos de un tiempo primordial. El mito, y con él el rito, era el medio por el que repetían y recordaban el arquetipo celeste, o sea: el principio.
Así pues, los concepto de historia y de tiempo, tal como los entendemos nosotros, no tienen sentido y quedan anulados puesto que todo suceso remite a un tiempo ya vivido en el tiempo primordial. Y aquí radica su importancia.
En las sociedades de discurso mítico, el espacio dedicado al hábitat humano, en el sentido más amplio (ciudades, aldeas, casas, templos o palacios) reproduce el cosmos, está hecho a imagen del cosmos.
Es, en realidad, un microcosmos, reflejo de la estructura del universo entero; es una síntesis de éste. La sacralidad de los templos, pirámides o zigurat se identifica con el hecho de ser el centro o el eje del mundo (axis mundi), arquetipo por excelencia porque es el punto central y origen de la creación.
La función de los zigurat y
su simbolismo permanecen aún como uno de los secretos sin desvelar de las
culturas mesopotámicas. El gran arqueólogo H. Frankfort, sostenía
que “el zigurat es una aunque quizás sea la más significativa de las
múltiples simbolizaciones de la montaña sagrada considerada como dentro y eje
del mundo; el zigurat sería una puerta abierta al cielo, una búsqueda de la
divinidad que, de la misma manera que en las catedrales góticas, se manifiesta
a través del principio de elevación"
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